Y tampoco era Galatea. Éramos tú y yo. A diferencia de Galatea, yo no era perfecta. Debía crecer. Y tú no eras escultora. Eras, más bien, jardinera. Y si tú eras jardinera, yo era algo así como un arbusto. Un pequeño y bello arbusto, en un jardín muy bien cuidado. Era obediente y me brotaban hojas tiernas. Podía quedarme muy quieta ante tus ojos que resplandecían como soles gemelos. Hasta que una noche, me atrapaste in fraganti. Pensé que estabas dormida. Había desenterrado mis raíces y daba de saltos por aquí y por allá. Tú me observabas en silencio, hasta que dijiste: «Una planta con pies no es algo natural». Puedo asegurarte, madre, que el esfuerzo que requirió fue muy doloroso.
©2012, Suniti Namjoshi ©2012, Zubaan books www.zubaanbooks.com
Traducción: Ave Barrera y Lola Horner- México