En los terribles años de Yezhov hice cola Durante siete meses delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me reconoció. Entonces Una mujer que estaba detrás de mí, con los labios Azulados, que naturalmente nunca había oído mi nombre, Despertó del entumecimiento que era habitual en todas nosotras Y me susurró al oído (allí hablábamos todas en voz baja):
-¿Y usted puede describir esto? Y yo dije: -Puedo.
Entonces algo como una sonrisa resbaló en aquello que una vez había sido su rostro
Y Dios me hizo mujer, de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer. Con curvas y pliegues y suaves hondonadas y me cavó por dentro, me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios y balanceó con cuidado el número de mis hormonas. Compuso mi sangre y me inyectó con ella para que irrigara todo mi cuerpo; nacieron así las ideas, los sueños, el instinto.
Todo lo que creó suavemente a martillazos de soplidos y taladrazos de amor, las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días por las que me levanto orgullosa todas las mañanas y bendigo mi sexo
Me niego rotundamente A negar mi voz, Mi sangre y mi piel.
Y me niego rotundamente A dejar de ser yo, A dejar de sentirme bien Cuando miro mi rostro en el espejo Con mi boca Rotundamente grande, Y mi nariz Rotundamente hermosa, Y mis dientes Rotundamente blancos, Y mi piel valientemente negra.
Y me niego categóricamente A dejar de hablar Mi lengua, mi acento y mi historia.
Y me niego absolutamente A ser parte de los que callan, De los que temen, De los que lloran.
Porque me acepto Rotundamente libre, Rotundamente negra, Rotundamente hermosa
Y tampoco era Galatea. Éramos tú y yo. A diferencia de Galatea, yo no era perfecta. Debía crecer. Y tú no eras escultora. Eras, más bien, jardinera. Y si tú eras jardinera, yo era algo así como un arbusto. Un pequeño y bello arbusto, en un jardín muy bien cuidado. Era obediente y me brotaban hojas tiernas. Podía quedarme muy quieta ante tus ojos que resplandecían como soles gemelos. Hasta que una noche, me atrapaste in fraganti. Pensé que estabas dormida. Había desenterrado mis raíces y daba de saltos por aquí y por allá. Tú me observabas en silencio, hasta que dijiste: «Una planta con pies no es algo natural». Puedo asegurarte, madre, que el esfuerzo que requirió fue muy doloroso.
Dos niñas elaboran un muñeco. Es un muñeco varón, hecho de palos. Atada a los palos, una piedra redonda hace las veces de cabeza. Es un muñeco muy frágil. Llega un niño y observa el muñeco. Las niñas le explican que el nombre del muñeco es Niño Frágil. El niño se enoja y destruye el muñeco de un golpe. Las niñas se enojan, quieren golpear al niño, pero saben que el niño es muy frágil, así que mejor recogen los palos y vuelven a empezar.
Érase una vez una mujer que no tenía cabeza, era toda corazón. Incluso la llamaban «Corazón», y no (como era de esperarse) la Mujer Sin Cabeza. Su función en la vida era servir a los demás, y eso era lo que hacía. Por supuesto, lo hacía de todo corazón. Cocinaba, limpiaba, horneaba, fregaba los pisos y siempre era cordial, amorosa y benévola, nunca se quejaba ni decía que estuviera cansada. Con el paso del tiempo, sus hijos crecieron y su esposo envejeció. Llegó el momento en que su esposo murió y la Mujer Sin Cabeza se quedó completamente sola. Fue entonces cuando acudió al gobierno para solicitar una pensión. Pero no pudo obtenerla. Y no piensen que estoy insinuando que el gobierno es despiadado. El problema fue que a la mujer, al no tener cabeza, le fue imposible hablar.
La Mujer Increíble cruzó los cielos en una ráfaga, lazó un planeta y lo puso de nuevo en órbita, rescató una nave espacial, aplanó una montaña, enderezó un edificio, le sonrió a un niño, atrapó a unos cuantos ladrones, y todo tan solo en una mañana. Luego se tomó un respiro para visitar a su psiquiatra, porque en el fondo es una mujer verdaderamente femenina y todo lo que desea es tener una vida normal.
Había una vez una patita que aspiraba a convertirse en cisne. Se esforzo mucho estudiando la historia y la literatura de los cisnes, el desarrollo de su cisnedad, sus esperanzas e ideales, sus tradiciones y costumbres ancestrales. Al final hasta los cisnes tuvieron que reconocer que la patita se había convertido en todo un personaje. En una ocasión hicieron un gran banquete (los patos no estaban invitados) y le dieron a la patita un documento que decía claramente que a partir de ese momento ella podría ser una Cisne Honoraria. Ella se sintió enormemente satisfecha. Algunos de los patos empezaron a sentir que había esperanza para ellos. Otros solo se rieron: «Un pato es un pato, no debería aspirar a convertirse en cisne», dijeron. «Un pato es, por definición, inferior a un cisne». Parecía tan evidente que se olvidaron del asunto y se fueron chapoteando. Pero hubo otros que se enojaron. «Esos patos no piensan —dijeron—, no se dan cuenta de que la pata educada nos ha traicionado por la causa de los cisnes. Ella ya no es una pata, es un cisne». Esto también parecía evidente, de modo que fueron y le preguntaron a Andersen. «Bueno —dijo él— existen muchos patos y muchos estanques para patos». Pero eso no resultó de gran ayuda, así que agregó: «El asunto es que están empezando a cuestionar la naturaleza de los patos y los valores de los cisnes». «Así es —respondieron ellos—, lo sabemos, ¿pero en qué acaba esto?». «No lo sé — respondió Andersen— supongo que los patos están aprendiendo a escribir sus propias fábulas».
Hubo una vez una criatura extraordinariamente fea: babeaba, le escurrían mocos de la nariz, le salía cera por las orejas y tenía plastas de excremento pegadas a sus ropas andrajosas. Su sexo era indeterminado, pero después de que murió a la gente le dio por decir que la criatura había sido mujer. No era única ni excepcional en ningún sentido. Por ejemplo, al nacer no tuvo ningún defecto congénito. Sin embargo, con el paso del tiempo ella empezó a despertar en la gente, sin ningún esfuerzo en absoluto, un repudio tan grande que al final ya había adquirido cierta posición. Para los doctores y los psiquiatras, ella era la Aberración Insana. Para los hombres trabajadores, ella era el Fantasma del Fracaso. Para los jóvenes y los nobles ella era el Objeto de Escarnio, y para muchas de las jóvenes, e incluso de las mujeres mayores, ella era la Absolutamente Inexistente, excepto cuando padecían horripilantes pesadillas. En resumen, para la gente en general ella se convirtió en el Vivo Ejemplo de todo aquello en lo que temían convertirse. ¿Había sido pobre? Entonces ellos no serían pobres. ¿Había sufrido hambre? Ellos se alimentarían bien. ¿Había sido estúpida? Ellos serían cultos y preparados. ¿Había trabajado como burro? Ellos se tomarían tiempo para descansar. Por desgracia, estas nobles aspiraciones dieron algunos problemas. No todos podían tomarse tiempo para descansar, no todos podían alimentarse bien. Pero no importaba, lo importante era que los valores se mantuvieran firmes. Moraleja: incluso la más baja de las criaturas puede servir a la humanidad. De hecho, ella sirve, y sirve, y sirve…