Hubo una vez una criatura extraordinariamente fea: babeaba, le escurrían mocos de la nariz, le salía cera por las orejas y tenía plastas de excremento pegadas a sus ropas andrajosas. Su sexo era indeterminado, pero después de que murió a la gente le dio por decir que la criatura había sido mujer. No era única ni excepcional en ningún sentido. Por ejemplo, al nacer no tuvo ningún defecto congénito. Sin embargo, con el paso del tiempo ella empezó a despertar en la gente, sin ningún esfuerzo en absoluto, un repudio tan grande que al final ya había adquirido cierta posición. Para los doctores y los psiquiatras, ella era la Aberración Insana. Para los hombres trabajadores, ella era el Fantasma del Fracaso. Para los jóvenes y los nobles ella era el Objeto de Escarnio, y para muchas de las jóvenes, e incluso de las mujeres mayores, ella era la Absolutamente Inexistente, excepto cuando padecían horripilantes pesadillas. En resumen, para la gente en general ella se convirtió en el Vivo Ejemplo de todo aquello en lo que temían convertirse. ¿Había sido pobre? Entonces ellos no serían pobres. ¿Había sufrido hambre? Ellos se alimentarían bien. ¿Había sido estúpida? Ellos serían cultos y preparados. ¿Había trabajado como burro? Ellos se tomarían tiempo para descansar. Por desgracia, estas nobles aspiraciones dieron algunos problemas. No todos podían tomarse tiempo para descansar, no todos podían alimentarse bien. Pero no importaba, lo importante era que los valores se mantuvieran firmes.
Moraleja: incluso la más baja de las criaturas puede servir a la humanidad. De hecho, ella sirve, y sirve, y sirve…
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Traducción: Ave Barrera y Lola Horner- México