Había una vez una patita que aspiraba a convertirse en cisne. Se esforzo mucho estudiando la historia y la literatura de los cisnes, el desarrollo de su cisnedad, sus esperanzas e ideales, sus tradiciones y costumbres ancestrales. Al final hasta los cisnes tuvieron que reconocer que la patita se había convertido en todo un personaje. En una ocasión hicieron un gran banquete (los patos no estaban invitados) y le dieron a la patita un documento que decía claramente que a partir de ese momento ella podría ser una Cisne Honoraria. Ella se sintió enormemente satisfecha. Algunos de los patos empezaron a sentir que había esperanza para ellos. Otros solo se rieron: «Un pato es un pato, no debería aspirar a convertirse en cisne», dijeron. «Un pato es, por definición, inferior a un cisne». Parecía tan evidente que se olvidaron del asunto y se fueron chapoteando. Pero hubo otros que se enojaron. «Esos patos no piensan —dijeron—, no se dan cuenta de que la pata educada nos ha traicionado por la causa de los cisnes. Ella ya no es una pata, es un cisne». Esto también parecía evidente, de modo que fueron y le preguntaron a Andersen. «Bueno —dijo él— existen muchos patos y muchos estanques para patos». Pero eso no resultó de gran ayuda, así que agregó: «El asunto es que están empezando a cuestionar la naturaleza de los patos y los valores de los cisnes». «Así es —respondieron ellos—, lo sabemos, ¿pero en qué acaba esto?». «No lo sé — respondió Andersen— supongo que los patos están aprendiendo a escribir sus propias fábulas».