La Mujer Increíble cruzó los cielos en una ráfaga, lazó un planeta y lo puso de nuevo en órbita, rescató una nave espacial, aplanó una montaña, enderezó un edificio, le sonrió a un niño, atrapó a unos cuantos ladrones, y todo tan solo en una mañana. Luego se tomó un respiro para visitar a su psiquiatra, porque en el fondo es una mujer verdaderamente femenina y todo lo que desea es tener una vida normal.
Había una vez una patita que aspiraba a convertirse en cisne. Se esforzo mucho estudiando la historia y la literatura de los cisnes, el desarrollo de su cisnedad, sus esperanzas e ideales, sus tradiciones y costumbres ancestrales. Al final hasta los cisnes tuvieron que reconocer que la patita se había convertido en todo un personaje. En una ocasión hicieron un gran banquete (los patos no estaban invitados) y le dieron a la patita un documento que decía claramente que a partir de ese momento ella podría ser una Cisne Honoraria. Ella se sintió enormemente satisfecha. Algunos de los patos empezaron a sentir que había esperanza para ellos. Otros solo se rieron: «Un pato es un pato, no debería aspirar a convertirse en cisne», dijeron. «Un pato es, por definición, inferior a un cisne». Parecía tan evidente que se olvidaron del asunto y se fueron chapoteando. Pero hubo otros que se enojaron. «Esos patos no piensan —dijeron—, no se dan cuenta de que la pata educada nos ha traicionado por la causa de los cisnes. Ella ya no es una pata, es un cisne». Esto también parecía evidente, de modo que fueron y le preguntaron a Andersen. «Bueno —dijo él— existen muchos patos y muchos estanques para patos». Pero eso no resultó de gran ayuda, así que agregó: «El asunto es que están empezando a cuestionar la naturaleza de los patos y los valores de los cisnes». «Así es —respondieron ellos—, lo sabemos, ¿pero en qué acaba esto?». «No lo sé — respondió Andersen— supongo que los patos están aprendiendo a escribir sus propias fábulas».
Hubo una vez una criatura extraordinariamente fea: babeaba, le escurrían mocos de la nariz, le salía cera por las orejas y tenía plastas de excremento pegadas a sus ropas andrajosas. Su sexo era indeterminado, pero después de que murió a la gente le dio por decir que la criatura había sido mujer. No era única ni excepcional en ningún sentido. Por ejemplo, al nacer no tuvo ningún defecto congénito. Sin embargo, con el paso del tiempo ella empezó a despertar en la gente, sin ningún esfuerzo en absoluto, un repudio tan grande que al final ya había adquirido cierta posición. Para los doctores y los psiquiatras, ella era la Aberración Insana. Para los hombres trabajadores, ella era el Fantasma del Fracaso. Para los jóvenes y los nobles ella era el Objeto de Escarnio, y para muchas de las jóvenes, e incluso de las mujeres mayores, ella era la Absolutamente Inexistente, excepto cuando padecían horripilantes pesadillas. En resumen, para la gente en general ella se convirtió en el Vivo Ejemplo de todo aquello en lo que temían convertirse. ¿Había sido pobre? Entonces ellos no serían pobres. ¿Había sufrido hambre? Ellos se alimentarían bien. ¿Había sido estúpida? Ellos serían cultos y preparados. ¿Había trabajado como burro? Ellos se tomarían tiempo para descansar. Por desgracia, estas nobles aspiraciones dieron algunos problemas. No todos podían tomarse tiempo para descansar, no todos podían alimentarse bien. Pero no importaba, lo importante era que los valores se mantuvieran firmes. Moraleja: incluso la más baja de las criaturas puede servir a la humanidad. De hecho, ella sirve, y sirve, y sirve…